Pérez Reverte dice que la salvación colectiva es imposible. Agrega que no es teoría. Para el académico: ¿Quiénes se salvan? Los más listos, más egoístas, hábiles y rápidos. Aprendió en el mar: “el primero que muere es el idiota”. Y si el estúpido es el que promueve el nivel de salvación, estamos todos condenados. Hay que apartarse de él y buscar tu propia salida
Valle-Inclán llamó a Galdós «el garbancero», y algún que otro crítico dijo de su literatura que olía a cocido.
A los caciques jerezanos, con sus eternos palmeros a cuestas, no les hacia ninguna gracia Pérez Galdós, no es de extrañar que en la ciudad esté más que satanizado. ¡Apesta a azufre!
“Gracias a Galdós y a su caudal de información sobre temas gastronómicos podemos conocer cuáles eran los gustos de la clase media española de su época, en cuanto al comer y al beber se refiere”.
Los cambios de costumbres en las comidas que trae desde Nápoles la reina consorte, María Cristina, se reflejan en Luchana, cuando se dice: «Pediré otra para mí [una taza de caldo], y además dos copitas de Jerez con sus bizcochos, porque, amiga mía, no puedo avenirme a esta novísima costumbre de comer a las tres y cenar a las once de la noche».
Galdós lo que hace en sus escritos es reflejar la realidad que le rodea, prestando atención a las tradiciones ancestrales que la sabiduría popular ha sabido perpetuar en remedios caseros para alivio de males, ya como condimento ya como complemento de las comidas (el vino de Jerez).
La gastronomía y la mujer jerezana están relacionadas. Hasta los dieciocho años son como el sushi, ricas, deliciosas pero crudas. No tienen pasado, carecen de preterito.
Hay que conocer la historia de la ciudad en que se come y se bebe, como otro tanto, los pecados de la mujer que te acompaña.
FUENTE: J.L. Jiménez García, otros