Abencerraje era el nombre castellanizado con el que se conocía a un linaje nobiliario del reino de Granada cuyo significado era » hijos del talabartero». Un trabajo para el que hay que ser muy tranquilo, muy prolijo, muy cuidadoso porque lleva horas de quehacer.
El término talabartero significa correa ancha que el caballicero llamaba talabarta para ponerle un taliz al final y enganchar la funda de la espada. El vocablo albardonero era para designar a las personas que realizaban las albardas de las bestias (Almohadas rellenas de lana que caían sobre el lomo del animal, un aparejo necesario para montar sobre los animales).
El talabartero o el guarnicionero diseña, elabora y repara correajes y demás guarniciones que se ponen a las caballerías para que tiren de los carruajes o para montarlas o cargarlas. Los maestros talabarteros en Jerez llevaban a cabo sus creaciones en diferentes fases: diseñaban el arreo, seleccionaban la piel curtida con la que iban a elaborarla, marcaban el diseño en la piel y la cortaban conforme al mismo. Cosían; adornaban y colocaban los elementos metálicos como hebillas o tachuelas. Estas guarniciones, atelajes, arreos o aparejos, los ajustaban a la talla de la caballería a las que se destinaba facilitando sus movimientos naturales y preservando de molestias y golpes.
El máximo esplendor de estos artesanos talabarteros en Jerez de la Frontera, se alcanza, desde mediados del siglo XVI, hasta mediados del siglo XX.