Partamos que el concepto de vejez es un juicio cultural que tiene que ver con las formas de parentesco, con la economía, la salud, la capacidad de auto mantenimiento, con determinados modelos de conducta, de religión, de marginación, con la moral, la política y otros ámbitos culturales y sociales.
En Jerez de la Frontera, el hecho de vivir y gozar la sexualidad como parte de una vida normal, se ve interrumpido por las ideas preconcebidas que cada cual posee. Por ejemplo, relacionar la sexualidad con un acto reproductivo que cesa con los cambios fisiológicos de la menopausia. Sin embargo, es importante señalar que la sexualidad va mucho más allá de la genitalidad.
La sexualidad es una constante vital que se va desarrollando a lo largo de nuestras vidas y nos acompaña hasta la muerte. Por lo tanto, plantear que la sexualidad desaparece con los años no se fundamenta, ya que nadie, desde el punto de vista científico, podría decir a qué edad desaparece la actividad sexual, bien como pensamiento o deseo sexual (libido) o como actividad física (coito, tocamientos, besos, caricias, etc.).
En muchas ocasiones, la posibilidad de que las personas mayores puedan tener manifestaciones sexuales de cualquier tipo puede ser sistemáticamente negada, rechazada o ignorada en la mayoría de los ámbitos de la sociedad jerezana. Para un joven de Jerez (varón o hembra), es inaudito concebir que su madre tenga un follamigo, o que de vez en cuando se dé un homenaje (achuchón). Es una reclusa en su hogar, limitada ella a cuidar nietos (Dictadura de los hijos).
En Jerez de la Frontera, se ha aceptado, desde siempre, que el envejecimiento lleva asociado un marcado declinar de la sexualidad e incluso su desaparición. Por ello, es bastante habitual la creencia local de que los hombres y las mujeres no tengan necesidades y relaciones sexuales cuando llegan a la vejez.
Tradicionalmente ha existido en esta localidad, una fuerte tendencia social a considerar como negativo el establecimiento de nuevas relaciones afectivas e incluso los nuevos matrimonios, más en las mujeres viudas que en los varones, lo cual sin lugar a dudas puede limitar la actividad sexual de estas. Una gran mayoría de mujeres viudas cesan sus relaciones sexuales a partir del fallecimiento de su esposo (Afortunadamente ha variado con el repliegue de la religión y su férreo control social).
De todo este come coco social (tabú) en la tercera edad, la que sale peor parada es la mujer, para quien la acostumbrada cultura católica pesa como una losa imposible de quitar, llevándola a consumir ansiolíticos a destajo, y beber alcohol en el interior del hogar.