Hasta hace poco, las trabajadoras sexuales han sido las únicas que atendieron a la sexualidad de la gente con discapacidad. No se trata de una red de prostitución solidaria, sino de terapia y asistencia emocional. Aunque la asistencia sexual a personas con discapacidad suscita controversia, no se la puede juzgar como algo malo, ya que hay muchas personas que sin ella, no podrían ejercer su sexualidad de otro modo.
Hablar de la sexualidad resulta para muchos, incómodo; más todavía, si se trata de la sexualidad de personas con discapacidad. Lamentablemente vivimos en un mundo que no está hecho para seres con discapacidades.
Los individuos con discapacidad no deben ser privadas de la oportunidad de experimentar su sexualidad, tener relaciones sexuales o tener hijos, en “igualdad de condiciones” que el resto de personas sin discapacidad. La creencia popular establece que una persona discapacitada pierde su sexualidad y con ella, toda posibilidad de concebir un proyecto de vida individual y familiar. La sociedad enfoca la discapacidad desde el punto de vista médico y psicológico pero no lo valora como un tema de interés social. Es el hegemónico modelo médico que ve a las personas con discapacidades como incompletas, alejadas de la norma y susceptibles de cura.
«Las personas en sillas de ruedas no son atractivas» Este mito afecta la calidad de vida erótica afectiva cuando se le cree ya que él o ella no se atreven a iniciar o reiniciar una vida en pareja. Esto pesa más sobre la mujer con lesión medular que sobre el varón ya que es más frecuente encontrar varones casados o en pareja que mujeres en la misma situación. El género femenino parece más dispuesto a no preocuparse por la silla de ruedas y aceptar como pareja a un varón lesionado medular que los hombres sin lesión a aceptar como pareja a mujeres lesionadas medulares.
Se piensa que las mujeres con discapacidad no son sujetos sexualmente deseables. Se las ve como seres asexuados, que no tienen necesidades erótico-afectivas, o que son sexualmente incompetentes. Los parámetros de referencia con los que han de medirse las mujeres son fundamentalmente la belleza y la salud, ambas dedicadas al deleite y cuidado de los demás, nunca a sí mismas. En estos parámetros las personas, mujeres con discapacidad, no caben, están fuera.