CAFÉ CANELA

La risa se consideró una señal diabólica. Dios no reía, ni Cristo rió jamás. Aristóteles escribió que, de entre todos los animales de la creación, únicamente el hombre era capaz de reír.
A mi edad ya no tienes que demostrar nada, solo que no estás demente, porque siempre se sospecha que te está fallando la cabeza. Siempre tengo serias dudas de mi cordura.
Paseando por la calle Larga, miro sin mucha atención los escaparates de las tiendas y me acuerdo del asombro de Sócrates ante las abundancias del mercado de Atenas: «Cuántas cosas existen que yo no necesito».
Me atraen los bares en Jerez, en el momento cuando acaban de abrir para la clientela de la tarde, en ese instante que no encuentro en ellos ni al gato. Uno de los antros jerezanos en los que busco refugio, para estar conmigo mismo, es el CAFÉ Canela, tiene buenas tartas (nunca en verano).
Jerez de la Frontera, es un lugar estupendo. Me gusta vivir aquí como un hijo de la Gran Bretaña: sin que me importe, sin que me duela. Solo lo vivo, solo lo estudio. Más, confieso, con la verdad de la buena, que no lo consigo.
En esta ciudad, la ley natural del universo es la entropía, todo tiende al desorden, a romperse, a dispersarse, la gente se pierde. Se requiere una voluntad heroica para mantener todo en su sitio. Se vive a una velocidad perceptual que me lleva a preguntarme por qué no salta por los aires.

Leo libros que son como nosotros mismos, repetimos siempre lo mismo… asesinatos, desapariciones misteriosas, amores, santos griales… menos mal que están los contenedores de reciclaje y los tanatorios con sus crematorios.
Si la vida después de la muerte se plantea como una posibilidad, entonces también puede plantearse la vida antes del nacimiento. «¿Quién sabe a través de qué puerta andará la sabiduría?»