CUARENTENA CARDÍACA EN JEREZ DE LA FRONTERA

Lo increíble está siempre enraizado en lo creíble. De vez en cuando hay que admitir que el estúpido azar desempeña un papel importante, por no decir preponderante, en los asuntos humanos. Un perro callejero se me ha meado encima y una paloma se me ha cagado en la camisa. —Dicen que trae buena suerte.
Ahora las cosas ya no son lo que parecen. Justo cuando crees que ya lo entiendes todo, te follan con ganas. A lo bruto y a fondo. Si no te quieren con ternura, sin duda te querrán con crueldad.

La gente que está resentida con el mundo siempre es peligrosa. Creen que la vida les debe algo. Los españoles se apuñalan políticamente unos a otros, les importa un carajo los caídos a su vera por el coronavirus. Son solo cifras manipuladas en medios de comunicación corruptos. Las imágenes de los fallecidos no existen en las cadenas de televisión, únicamente de ilusos cantando en los balcones o de falsas alegrías de sanitarios en hospitales.
La muerte revela que no hay vida, solo un sueño de vida. El enfrentamiento del hombre contra el hombre, que siempre fue absurdo, ahora lo es todavía más.

En Jerez de la Frontera, ir a la iglesia no significa que seas cristiano, igual que entrar a una frutería ser vegano. Las iglesias jerezanas están cerradas, tan solo un obispo enloquecido deambula, sin guantes, repartiendo “hostias”.
Los gitanos de Santiago y la Plazuela padecen, tristes están sin su “Prendi”. Yo también.