ADREANALINA, CARRERAS Y VOLTERETAS: FIESTA BRAVA EN ARCOS DE LA FRONTERA

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Después de un largo día con intensos resultados, me encuentro ya de noche, en este Domingo de Resurrección, embarrancado en una barra de bar haciendo lo que más me gusta que es hablar hasta por los codos, empinar el codo sin pestañear y anotar a destajo en mi libretita de apuntes de campo. Mientras espero me llenen de nuevo la copa de vino, alguien apuntilla que las copas son como las mujeres hay que cogerlas de la cintura. A decir verdad yo las agarro de donde puedo (me refiero a las copas).

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El león, el toro, y el sol son símbolos populares de la vida y la resurrección. Curiosamente, el toro encaminado a la arena o “en maromao” (Toro de Cuerda), se utiliza a veces como símbolo de Cristo que va conducido a la cruz. La simbología cristiana siempre está presente en el mundo de los toros. Existe incluso un cierto movimiento del capote llamado «Pase de Verónica» que es el nombre de la mujer que limpió la sangre y el sudor de la cara de Cristo cuando llevaba la cruz al monte Gólgota.

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El Toro del aleluya en Arcos de la Frontera (Cádiz), el día Domingo de Resurrección, es un rito colectivo a donde la gente se cita a hacer catarsis. Simbólicamente, el toro es una representación del instinto ciego y descontrolado, que involucra agresión de todo tipo; en la Edad Media, hasta se llegaba a pensar que a Satanás le gustaba adoptar la forma de un toro en los sabbaths de las brujas (probablemente inspirado en el viejo mito griego donde Zeus violó a Europa en forma de toro). Dominar al toro corriendo simboliza mantener el instinto bajo control. Más aún, la posibilidad de la muerte en una carrera es estimulante para muchos. Si no existiera ese impulso suicida colectivo, las fiestas de toros en la Sierra gaditana (Vejer de la Frontera, Paterna de Rivera, Benamahoma, Grazalema, Arcos de la Frontera), no tendrían razón de ser.

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El culto al toro abundaba en el mundo antiguo, y algunos de sus ecos han llegado a nuestros días en la forma de festejos como los «encierros» gaditanos. Al igual que en la antigua Creta, donde jóvenes bailarines saltaban sobre los cuernos de los toros, estas actividades están pensadas para alabar la superioridad de los seres humanos sobre los animales y demostrar el abismo que “nos separa” de la fuerza bruta y el instinto animal.

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En el antiguo Egipto, los toros eran sagrados y luego de muertos, embalsamados y colocados en tumbas de piedras. En Creta, el toro era un dios y los cretenses creían que el mundo estaba colocado entre dos cuernos que al moverse, hacían a la Tierra temblar.
Cultos procedentes de Asia Menor, de Grecia y de Egipto dejaron testimonio en España, cultos en los que el toro era símbolo de engendrar fuerza y vida, elemento especialmente importante en los cultos ibéricos. El toro en Iberia era un animal sagrado, tal como lo indican las numerosa figurillas exvotos de bronce, encontradas en diversos lugares y, especialmente, en Levante.

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La era de Tauro las religiones representaron a su Dios por un toro (Buey Apis, toros de Asiria y Babilonia, pueblo judío antes de salir de Egipto, civilización de Creta, los Toros de Guisando, etc.), pretendiendo poner el acento en la virtud de la fortaleza divina.
La Fiesta Brava en la Sierra gaditana, en particular, tiene su origen en aquella lejana época en que el toro pasó a ser, de representante de la deidad, a representante de las pasiones, los vicios y lo negativo que el aspirante a la vida superior en la nueva época había de vencer a toda costa. Baste recordar al efecto la reacción de Moisés cuando, al bajar del Monte Sinaí con el Decálogo, descubrió que su pueblo había vuelto a adorar al becerro de oro, es decir, había regresado a la religión de la era de Tauro.

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En la antigua Grecia, era el animal de Poseidón, al igual que se le asemejaba a Dionisio. Era el Dios de la creación, él esparcía su semen por la tierra, por lo que también simboliza la fertilidad o la regeneración.

En Egipto se le relacionaba con las estrellas y su poder, la divinidad de la luna. En el punto de vista astrológico, la luna está exaltada por el símbolo del toro, ya que sus cuernos conforman la media luna.

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En la antigüedad, el toro era el símbolo principal cuando se trataba de sacrificar a un animal, por lo que se convirtió en una práctica común, llegando a nuestros días como “la fiesta de los toros”.

El toro es un símbolo muy antiguo que atesora multitud de significados: poder, fuerza, resurrección, masculinidad, fecundidad, impulsividad, los padres, reinado, el signo del Zodiaco y la constelación de Taurus

El bramido del toro, su forma de resoplar, el sonido de sus pezuñas arañando el suelo, y su naturaleza salvaje se asemejan al trueno, el viento, la fuerza del océano, y las poderosas tempestades.

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Los toros fueron víctima de sacrificios en muchas culturas. Se creía que su sangre fertilizaba la tierra, la inmolación de un toro a veces se asocia con la muerte del invierno y el regreso de la primavera (Toro del Aleluya). El sacrificio de toros representa la dominación del hombre sobre el animal, y también un reconocimiento del poder y la condición que el toro tiene en el mundo del hombre.
En los tiempos del antiguo testamento se solía preparar una vaquilla para purificar a aquellos que habían quedado inmundos (Números 19).

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La fiesta del Toro del Aleluya, está repleta de significado, ya que se decía en la antigüedad, que para sacrificar a un toro, antes había que hacer un ritual, para después poder recibir toda la fuerza del animal cuando se le diera muerte. Hay en Arcos de la Frontera todo un “cortejo” con su  “ritual” antes de matarlo (hoy día no se mata en la calle y los jóvenes no se pintarrajean con su sangre).

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Supongo, y no es suponer demasiado, como toda expresión cultural, la fiesta del toro bravo en la Sierra gaditana, poco a poco cambiara, irá perdiendo fuelle hasta extinguirse conforme se mueva el espíritu  de la colectividad, aunque esto no sucederá hoy, tampoco el día de mañana cercano. Para bien de los aficionados y dolor de los antitaurinos, hay fiesta  “paa rato”. Mientras tanto la miro, la considero y la estudio desde mi atalaya de ser del cono o hemisferio sur, del otro lado del charco, por lo tanto veo todo del revés, agravándose esto último si me encuentro a las tantas y monas de la madrugada remojado de vinitos (de la lluvia mejor ni hablar). El guion de la fiesta brava del Toro de la Aleluya en Arcos de la Frontera lo exigía y bien lo merecía, encontré su extraña belleza dentro de la fuerza moral.

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