GENITALES DE PROTECCIÓN

La mojigatería de las sociedades occidentales modernas ante la sexualidad y el erotismo aparece apenas hace unos tres siglos, en paralelo con el surgimiento de la burguesía, de la que ni el Marqués de Sade, ni siquiera el Arcipreste de Hita, podrían haber sido producto. Esta convergencia burguesía / represión sexual exculpa parcialmente a la Iglesia de todas las responsabilidades que, por lo general, se le atribuyen en esta materia.

En los banquetes de las bodas de algunos pueblos españoles, solía, el panadero hacer un pan con forma de pene (con testículos y todo) y lo rellenaba de leche condensada; las amigas de la novia se lo presentaban delante de todos los invitados a la boda y esta tenía que dar un bocado… es de imaginar las consecuencias del bocado… también, antiguamente se ofrecía a los novios un vaso de leche y dos huevos cocidos, como apotropaicos.

La divinidad de la concepción privaba de toda malicia a los genitales, amuletos que representan los órganos sexuales masculinos, puesto que en la conciencia del hombre antiguo no pesaba esa carga de erotismo, que se debe únicamente a una interpretación muy posterior. El adjetivo apotropaico se emplea en antropología, historia de las religiones, historia del arte, etc. Para calificar a todo aquello, sea un rito, fórmula, figura o escultura decorativa, etc., cuya finalidad es proteger y rechazar el mal alejándolo o espantándolo. En la cultura occidental –y en el cristianismo- una de las figuras apotropaicas más reconocidas es la cruz, que se utiliza como protección ante malos espíritus.

Se entiende que el efecto apotropaico como el mecanismo de defensa que la superstición atribuye a determinados actos, rituales, objetos o frases formularias, consistente en alejar el mal o proteger de él o de los malos espíritus o de una acción mágica maligna. Viene del griego apotrepein, y psicológicamente tiene que ver con la represión de lo malo.

(Japón)

El culto al falo tiene base religiosa y tuvo en la Antigüedad una repetida función: a) fue poderoso instrumento contra la fascinación o «mal de ojo», con su doble virtualidad de elemento profiláctico y apotropaico; y b) como símbolo de la naturaleza creadora era considerada con religioso temor como veneración a las fuerzas misteriosas de la creación.

En la historia del cine, la más destacada escena apotropaica es de Luis Buñuel, que con su genialidad, no necesitan sus películas espectaculares movimientos de cámara ni complicados efectos rebuscados. La prioridad del aragonés es el plano de la realidad más inmediata para luego dotarlo de un símbolo o una imagen que nos adentre en el surrealismo, en el subconsciente, en las profundidades de su pensamiento y el nuestro y nada mejor que su “Ultima cena” (Viridiana) en donde Enedina (Lola Gaos) se levanta la falda y enseña el sexo.

FUENTE: E. Montero, J. Hoyo, M. Vázquez, otros.