A finales del año 1709 Agustín Florencio Hinojosa, es acorralado en la ciudad de Osuna. Atrás quedaba toda una vida de crímenes que le había llevado a alcanzar la fama: desde su Jerez natal a convertirse en el protagonista de una comedia titulada, «El asombro de Jerez y terror de Andalucía, don Agustín Florencio».
En Jerez de la Frontera, dio muerte a un mancebo en una casa de juego, en Ceuta mataría a un mulato de catorce puñaladas, en Cádiz impidió la detención de una prostituta… Aposentado en Osuna, desde allí, apoyado por algunos notables de la ciudad, atemorizaría la región, causando estragos en localidades como Cabra, Lucena o Doña Mencía.
Poco tiempo después, el bandolero de la llamada «primera etapa», el bandido que cabalga junto a unos pocos secuaces y se sirve del escondite natural de los montes, ha desaparecido para dar paso a un nuevo tipo de bandolerismo que rebrotó cuando, tras la revolución de 1868, el clima de inestabilidad política y debilitamiento del poder central es aprovechando por esta nueva generación de criminales, que dejaron atrás los tiempos del asalto de caminos, ya que se había vuelto mucho más arriesgado y el botín mucho más escaso. Deciden pasarse al negocio de la «protección» y al del secuestro, por los que cobraran «excelentes» rescates. Para llevar a buen término esta nueva estrategia criminal, hacía falta adaptarse a la situación. Si en los primeros tiempos del bandolerismo andaluz bastaba con juntar un puñado de hombres y echarse al monte, ahora es necesario crear una tupida red de criminales y de colaboradores.
Las mafias de bandoleros compran al poder, era un entramado completamente corrupto llegando a las esferas de la política, de la justicia y de la prensa.
«Por todas partes asesinatos, robos y secuestros. Mientras los tribunales de justicia desconocen a los autores estos se mueven a sus anchas, amparados en los campos por los cortijeros y protectores pertenecientes a todas las clases sociales». Los padrinos prestan ayuda por contactos, influencias y sobornos.
El primero que habla de la figura del “el padrino” existente en Andalucía, fue Prosper Mérimée, cuando hace notar que eran personas que ayudaban a los bandoleros que terminaron convirtiéndose en unas auténticas mafias amparados por el cacique a quien se le llama el padrino, los caciques mandaban sobretodo. Los «padrinos» eran gente poderosa e, incluso en algunos casos, eran ellos mismos quienes ostentaban la autoridad de la zona. Construyen una autentica trama de poder que presenta una realidad nada romántica como aparece en las películas y televisión que ha blanqueado su imagen apareciendo como míticos.
FUENTE: C. M. Rocher, P. Mérimée, otros.