INGENIOSO SALVARINCONES JEREZANO

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Es preciso no olvidar que en la Antigüedad, la embriaguez era considerada como una forma de éxtasis místico, adquiriendo de alguna manera un carácter religioso que permitía evadirse provisionalmente de sus preocupaciones y fatigas, y sobre todo, volviendo más agudas las percepciones.
Me gustan las calles adoquinadas, la calle San Cristóbal lo es. Por esta vía pública suelo caminar después de salir de la Biblioteca en pos de un vino sagrado jerezano, más un tente en pie que entretenga el estómago quejumbroso, o cuando me acerco al Ateneo por una ración de cultura.
La travesía nombrada tiene un artilugio del que solo los jerezanos más avispados saben de su utilidad que no es otra que dificultar a todo aquel que quiera emplear ese rincón de la rúa para soltar aguas.
El invento no entorpece ni disminuye el disfrute visual de la calle San Cristóbal, y sí por el contrario nos recuerda lo angustioso que son las inoportunas necesidades del cuerpo humano, producto de efectos secundarios y colaterales que traen los vinitos sagrados de este Jerez que encandila y sugestiona.
Quien esté libre de pecado que levante la mano, a consumición pagada. Está invitado.