El número de tontos es infinito, y el que se guía por estereotipos, lo es un poco más. Los estereotipos son un conjunto de ideas y creencias preestablecidas que se aplican de manera general e indiferenciada a un grupo social. Los estereotipos pueden ser positivos o negativos, pero siempre son generalizaciones. Por ello, aunque contienen parte de verdad, ofrecen una visión distorsionada de la realidad.
El estereotipo de los vascos dice que son amantes de su tierra, separatistas, cerrados, brutos, orgullosos, testarudos, comilones, rudos, idealistas e indomables. El de los catalanes: tacaños, trabajadores, independientes, cerrados, emprendedores, egoístas, individualistas, materialistas, ambiciosos y antipáticos. El estereotipo del jerezano: alegre, abierto, exagerado, amante de su ciudad, chistoso, hospitalario y machista.
Para los malos de la película, el jerezano tiene un “barroquismo ensayado ante el espejo, impregnado en el ADN, con un regusto en imitar esos papeles de gente sobrada, mala lengua, bajuna y vulgar. Mezclado con el alcoholismo, muy normalizado, severo y la necesidad de instalarse en un elitismo de traca”. En opinión de Antonio Cintas, el jerezano es “Príncipe de la provincia que se cree que es en Jerez en donde se canta, se baila, se come y se alterna con mayor gusto”. Recalca Cintas, con su aguda, corrosiva y radiactiva escritura: “Compra un jerezano por lo que vale y véndelo por lo que aparenta”.
No entro a valorar el estereotipo negativo que Antonio Cintas contempla, lo cierto es que el fondo de verdad refleja de alguna manera la forma real de ser del jerezano, una creencia sólida por parte de las élites dirigentes y empresariales del país de que los jerezanos son menos emprendedores y organizados que catalanes y vascos, algo que lleva a una escasez de inversiones, lo que provoca un menor desarrollo económico. El que Jerez apueste por transmitir, todo el tiempo y a toda hora, un espíritu fiestero y gitano (Etnia con estereotipo negativo), aleja a la ciudad de un despegue económico y de desarrollo. Para el inversionista (léase el dinero), ser abierto y alegre (fiestero), es algo, sin duda, positivo, pero puede que no lo sea tanto como ser trabajador.
El dinero manda, el estereotipo del jerezano pierde.