Una persona adulta comprometida con su existencia personal y la sociedad actual debe al menos conocer nuevas interpretaciones para vivir su espiritualidad de una manera congruente con su cultura. La teoría cuántica toma las aportaciones de Einstein: relatividad, interdependencia de las partes, continuum espacio-tiempo, conceptos de energía-masa, y de la fuerza de gravedad como atracción mutua de todas las masas.
La incorruptibilidad caracteriza el cuerpo de los santos en época moderna, así como una mayor accesibilidad visual. Suele ser el caso de los restos procedentes de las catacumbas de Roma, que se distribuyeron durante casi tres siglos. Uno de los pocos que se conservan es el de San Clemente, en Sant Mateu (Castellón), extraído en 1767 de las catacumbas de Priscila por mandato del papa que le dio su nombre, Clemente XIII.
San Víctor y San Fructuoso en Arcos de la Frontera (Cádiz) nos esperan recostados, vestidos con sus mejores galas, como si acabasen de venir de una fiesta y estuviesen descansando. Llegaron de Roma en 1768. Allí habían reposado durante cientos de años en las catacumbas de San Calixto hasta que el papa Clemente XIII se los regaló al arqueño Manuel Simón Ayllón, que se los trajo a su pueblo. Aquí sufrieron un proceso de maquillaje y puesta en escena que los dejó de lujo: piedras preciosas, brocados, flores secas, seda y oro, además de los dos retablos repletos de molduras, rocallas y guirnaldas.
Si el mundo es como dice la Nueva Física, el ser humano religioso ha de entender su religiosidad de una forma nueva, en la que debe predominar la vinculación con el Todo, el universo, la vida, la comunidad humana y religiosa; y un Dios que constituye la última esencia holística del universo.
La teoría cuántica ha desarrollado algunas propiedades que han servido como orientación a la nueva teología: las radiaciones de luz o calor se emiten mediante paquetes de energía (“cuantos”); pueden estar en más de un lugar al mismo tiempo (propiedad de onda); son haces de ondas que, al observarlos, se manifiestan en corpúsculos (colapso de la función de onda); se producen saltos cuánticos (el objeto deja de estar aquí y se manifiesta en otra parte), y ejercen una acción a distancia sobre su par gemelo.
La victoria sobre la putrefacción tras la muerte se ve como garantía de santidad. Se les atribuyen propiedades milagrosas, casi mágicas, pues curan a quienes entran en contacto con ellas y son compatibles con la física cuántica.
La física cuántica está cambiando nuestra comprensión de los últimos elementos de la realidad, aunque todavía no llega a explicar las experiencias más habituales del macrocosmos. Pero la última realidad es precisamente el objeto de la metafísica y de la experiencia espiritual, por eso la teología cuántica se inspira en la nueva física, y encuentra mejor explicación que en la física mecanicista de siglos pasados.