EL LICOR FÚNEBRE Y EL HADA VERDE

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Mi bebida favorita es la absenta y mi antro predilecto para volatilizarla, gaznate abajo, es el Bar Marsella. Según Sergio Márquez  es simplemente “decadente”.  Solo ese adjetivo puede describir al Bar Marsella, que no está en Marsella, Francia, sino en Barcelona, Cataluña. Algo, quizá ese lobo de sargazos tatuado en el hombro desnudo de uno de los camareros, murió allí adentro hace muchísimos años y nadie se ha atrevido a sacarlo a respirar el salitre negro de la noche. El Marsella huele a madera finamente apolillada, a flor submarina, a láudano quemado. Sus baños deben ser los más antiguos en los que haya meado jamás, y los espejos mate de sus muros son portales nigrománticos hacia otros mundos gobernados por el hada verde y su ejército de «hell angels» ataviados con blancos mandiles masónicos y chalecos de cuero de venado. En el Marsella, las niñas observan fijamente, mesmerizadas por la artemisa, como las etiquetas de las botellas cobran vida, y yo mismo pude ver, entre brumas, como una mujer dormida me veía desde sus párpados cerrados a cal y canto por el sueño. A cal y canto debería cerrarse algún día El Marsella, para que nada escape a su dentada trampa de aceite, a su mazmorra de aguardiente sulfurado. Yo fui ciego en el Marsella por unas horas, y pude ver como el nivel del mar subía tras los espejos y los murciélagos acuáticos nadaban hacia cualquier córnea que brillara, buscando libar la sangre verde esmeralda de los lagrimales de las vivisimas estatuas. Entre tanto, las bandejas cromadas iban y venían, repletas de copas de cristal y fuegos fatuos, levitando entre la penumbra.

El Bar Marsella es toda una institución en la ciudad, abierto desde 1820 (al parecer el bar más antiguo de Barcelona) está en el Carrer de Sant Pau. Su ambiente es único, techos altos, chorreras, siglos de humo acumulado, y decoración de las épocas. Pasa por ser el bar más auténtico del Raval. Siempre está lleno hasta los topes de clientes habituales, personajes típicos del Raval y guiris, más alguno que otro bajito, malo malísimo que por ahí recala. Es famoso por su absenta. El Bar Marsella es conocido en media Europa por que la mitad de los europeos han pasado por él para tomar absenta. En su día Antoni Gaudí y Picasso disfrutaron de la absenta en este Bar y empinaron bien el codo.
Normalmente en mi vida cotidiana, bebo absenta cuando desparramo palabras en este blog u otros menesteres, perdiéndome entre múltiples musarañas y devaneos. Eso sí, bebiendo la absenta con moderación y de tiempo en tiempo. La bebo con infusión fría de “Salvia Divinorum”, es mi fórmula secreta robada a un alquimista malaje, muerto de malas maneras y del que no viene a cuento hablar de él por el momento.


(Foto: Jordi Oliver)

La absenta (del latin absinthium, y este del griego, apsinthion), es una bebida con alto contenido alcohólico (de hasta 89,9º) y con sabor muy parecido al licor de anís. Se trata de un compuesto con base en hierbas y flores de plantas medicinales y aromáticas, con predominio de Artemisia absinthium o ajenjo (denominado también madera de gusanos). Aunque a veces se la considera un licor, la absenta no contiene azúcar añadido.
La composición principal de esta bebida es el aporte de aromas de la planta Artemisia absinthium o ajenjo, el de las flores del hinojo y el anís. A esta triple composición se le ha denominado jocosamente «La Santa Trinidad». Dependiendo de los gustos aparecen en menores cantidades otras plantas tales como: hisopo, la melisa y pequeña artemisa. Existen recetas en las que aparece la raíz de la angélica, hojas de cálamo, hojas de dictamnus, cilantro, verónica, hojas de enebro, nuez moscada, regaliz, así como diferentes hierbas de origen montañoso.

Ritual de consumo: Colocar una cucharilla original de absenta sobre una copa adecuada y poner 1 o 2 terrones de azúcar sobre dicha cucharilla. Verter la absenta sobre los terrones de azúcar hasta la cantidad deseada. Encender los azucarillos impregnados de absenta. Introducir la cucharilla en la copa, encendiendo así todo el contenido. Dejar quemar lentamente. Apagar y remover a continuación. Una vez se haya enfriado echar agua si se desea.
La mezcla del café y de la absenta te hace sentir bien durante un buen rato. En las fiestas de La Villajoyosa, esta bebida es de uso generalizado en el desembarco (en la playa) de moros y cristianos… Un espectáculo con sabor a café, anís (y regaliz)… No es mala idea lo del café con hielo y la absenta.


(Foto: Jordi Oliver)

El absinthe, absynthe o absenta, fue la ambrosía más popular entre los bohemios europeos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Vincent van Gogh, Edouard Manet, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Henri Tolouse-Lautrec, Charles Baudelaire, Ernest Hemingway, entre muchos otros, sucumbieron a los encantos y los excesos del «hada verde» ( fée verte). «La reina de los bulevares» le decían por entonces para agregar misterio a este brebaje creado en Suiza en 1792 por el doctor Pierre Ordinaire.
Las referencias artísticas de la bebida son numerosas: “El bebedor de absenta” (Manet, 1859), “La absenta” (Degas, 1876), “Naturaleza muerta con absenta” (Van Gogh, 1887), “La musa verde” (Maignan, 1897), “La mujer bebiendo absenta” y “El vaso de absenta” (Picasso, 1901 y 1911). Encontramos también otros artistas conocidos y consumidores de absenta: Baudelaire, Oscar Wilde, Toulouse-Lautrec, Monticelli, Hemingway, Edgar Allan Poe, Kahn, Victor Hugo, el catalán Santiago Rusinyol, Verlaine —que disparó a su amigo— Rimbaud —también consumidor del elixir—, y Gauguin —amenazado por Van Gogh con una navaja tras una discusión—. Además, se dice que este licor le dio el coraje necesario a Hemingway para torear y ayudó a Van Gogh en la decisión de cortarse la oreja.
Pero si debo hablar o nombrar mi “última” bebida, la cual tengo a buen recaudo,  es el “LICOR FÚNEBRE”, cuya etiqueta adelanto. De su contenido debe usted abstenerse por el momento, recuerde que la curiosidad mató al gato.

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(DISEÑO ARCADIA TALLER)g

FUENTE: Sergio Márquez, Jordi Oliver, otros.

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