Dios es tal vez la palabra que ha tenido y sigue teniendo más poder en la humanidad. Se sigue aniquilando en su nombre, aunque se hagan también en su nombre las acciones más piadosas.
El sentido religioso en Jerez de la Frontera, es viral, se extiende y se cuela por todas partes. No es tan fácil ser ateo en Jerez, a no ser bajo la forma buñuelesca del “Soy ateo, gracias a Dios,”.

Los milagros en Jerez de la Frontera, se piden los lunes de cada semana; hay múltiples ventanillas para solicitarlos. El primer día de la semana, la mayoría de los templos están abiertos para estos menesteres.
En Jerez, cada cual tiene su propia imagen de devoción para que interceda a su favor. La panadera pizpireta de mi barrio me recomienda recurrir directamente al jefe, o sea, el Señor. Naturalmente, apostilla ella, que vaya a la iglesia San Lucas que guarda la imagen más milagrosa de toda la ciudad.
En la parábola de Jesús que recogió Lucas en los Evangelios, era un sacerdote quien pasaba de largo ante el necesitado y únicamente se detuvo el samaritano.

Mi anticlericalismo, que en ocasiones es rabioso, tiene que ver con el poder de las instituciones religiosas, con el abuso de ese poder y con las aberraciones a las que pueden llegar los clérigos de los diversos aparatos eclesiales, desde las hogueras de la Inquisición hasta las carnicerías del Isis.
La espiritualidad forma el estado interior del jerezano. La religión es parte intrínseca de su cultura. Antes de que existieran los museos, la forma de buscar el arte en Jerez, era la religión. Como el mejor arte, la religión en esta población, da la posibilidad de escapar del horror de esa corrupción social que nos rodea y buscar sentido a la vida.

La religión no es una garantía para la moralidad, la religión y la moralidad son dos cosas diferentes. Las religiones organizadas han sido demasiadas veces en la historia el origen de las atrocidades más espantosas (y lo siguen siendo, como en el yihadismo); pero en el impulso religioso básico del ser humano hay también un anhelo de bondad, de fraternidad y de belleza.
Las religiones son todas portadoras de un veneno de tener la razón, de estar en posesión de la sabiduría, de la última palabra. Hay un elemento de fanatismo, quizá sean una excepción el budismo o el taoísmo, religiones de anacoretas, para adentro. Pero las religiones sociales son una contaminación de la espiritualidad, nacieron del espíritu, pero se acabaron transformando en una realidad socia política.

No estoy seguro de desear una desaparición completa de la religión, por si acaso esta fuese un ancla moral para muchas personas. La idea de que la religión es dañina no es muy inteligente. Aunque siempre tengo presente que una vez que la religión tiende lazos con los aparatos del Estado pierde muchos de sus ideales.
El laicismo es un logro monumental de la civilización, del progreso y del pensamiento humano; pero el laicismo consiste en la independencia absoluta del Estado de toda influencia religiosa, no en olvidar nuestros mitos o en rechazar tradiciones sincréticas tan bellas como las procesiones de Semana Santa, o pedir milagros todos los lunes de mes en Jerez de la Frontera.

FUENTE: Rosa Montero, Eduardo Galeano, otros