El descabezamiento del cadáver de un enemigo, es una forma de venganza para no dejar al enemigo descansar en paz. Goya fue decapitado por aquellos a quienes les causo en vida una afrenta especial: Fernando VII, el Santo Oficio y a los absolutistas recalcitrantes.
El pintor era ante todo un activista político. Sus pinturas son posicionamientos pictóricos con respecto a la tumultuosa realidad de aquella España que transitaba del Antiguo Régimen al Nuevo.
Saturno devorando la Constitución de Cádiz; Judith es una heroína liberal a punto de degollar al Holofernes absolutista; los dos gañanes no son alegorías amargas de las dos Españas equiparadas en atávica brutalidad, sino la España buena defendiéndose de la mala.
Goya fue decapitado por liberal. Un comando militar y civil, se desplazó a Burdeos, enviado por los absolutistas, con la bendición y patrocinio del Santo Oficio y beneplácito de Fernando VII, el mismo rey nefasto que ejecutó al Empecinado, el gran héroe de la resistencia contra Napoleón, y a tantos otros hombres que habían arriesgado su vida por España y por él mientras él, en Valençay, se dedicaba a enviar cartas vergonzosas a Napoleón en las que llegó a solicitar al emperador que lo convirtiera en su hijo adoptivo.
Paralelamente recordemos que “La Inquisición” es ese poder viejo y vengativo que no razona. Pese a que fue abolido por los liberales en 1820, siguió actuando de manera clandestina una vez derrotados en 1823.
Era un mundo en donde la crueldad en el trato a los presos, las condiciones inhumanas de su cautiverio quedan subrayadas desde distintos puntos de vista. Por un lado, mediante la soledad del condenado, que se enfrenta de forma aislada a su condena; por otra parte, mediante la representación de un escenario claramente simbólico, en el que la cárcel se representa con espacios de arquitectura abovedada marcados por la oscuridad en contraposición a la luminosidad que se aprecia tras los barrotes. Pero además la postura del preso, forzada por los grilletes es también reveladora del desánimo que le embarga y que le lleva tanto a él como al observador –en este caso a Goya– a titular la situación con la lacónica frase «mejor es morir».
Para suavizar la ofensa al cadáver de Goya en su tumba, cundió el bulo de que su cabeza se había donado a la ciencia. Es del todo impensable que la familia del pintor, sus amigos y vecinos más queridos, además de las autoridades eclesiásticas, pendientes en aquel momento del cadáver del pintor, no se hubiesen percatado del cuerpo mochado.
En noviembre de 1888 se exhumó la tumba de Burdeos y se comprobó que Goya había perdido literalmente la cabeza, se indagó en busca de testimonios que pudieran aportar algo sobre cómo fue enterrado y si su cuerpo estaba al completo en aquel momento. Y se encontró una testigo que lo certificó. Cuando se le preguntó ya era nonagenaria, pero insistió en que tenía perfectamente nítido el recuerdo: el día que Goya fue enterrado en Burdeos, no le faltaba la cabeza. ¿Para qué enterrar a alguien con un gorro o sombrero pero sin cabeza?
FUENTE: Carlos Foradada, Museo de Zaragoza, Museo Nacional, otros.