El negocio funerario está en manos de unos pocos, que también acumulan los “seguros de decesos”. Cinco grupos funerarios dominan el mercado.
Morir es caro muy caro, el negocio se ha maximizado, la pandemia es la excusa para aumentar los precios y no dar servicios. Los precios rondan desde 3500€ simple a 6000 €. Son tiburones con material sensible. Nos encontramos ante el “gran negocio con la muerte”.
En el momento que una persona fallece, la familia no tiene tiempo para comparar precios o examinar detenidamente lo que está contratando. Se le denomina el “Síndrome funerario”.
Conceptos inventados y precios inflados: las funerarias, un negocio en pocas manos que especula con la COVID-19. En los hospitales las empresas funerarias tienen despachos, esto muestra lo grande que es el negocio de la muerte.
La circunstancia de que la gente no pudo estar en el propio velatorio, ha permitido a las funerarias cobrar servicios que no se han dado. Se ahorran conceptos que no se prestan. No se deja asistir a la propia cremación.
Las funerarias suelen mantener comerciales suyos en los hospitales, para ofrecer sus servicios. Y en ocasiones, los propios hospitales las imponen.
Cuando se llama al seguro de un familiar fallecido ve esta persona cómo le intentan ‘colocar’ a su funeraria, sin darle la posibilidad de comparar precios. “El binomio entre aseguradoras y funerarias redunda en la competencia y en la libertad de elección del consumidor”.
«La sensación que queda es que funcionan como una mafia total, que se aprovechan del momento en el que estás más vulnerable y que no tienes ganas de ponerte a verificar la información que te dan para sacarte más dinero y abultar sus comisiones».
El negocio es muy oscuro. Muchas actuaciones se cobran a parte: Servicios de gestoría, Servicio de registro, notificación al ayuntamiento.
No es real la vela en el tanatorio como supuesta normativa obligada. El argumento de que no se puede velar el difunto en casa, es falso, es un derecho de la familia. Un momento de intimidad, de amor.
Nadie explica que por ley hay un servicio de entierro para las familias sin recursos. Los servicios funerarios subvencionados son una obligación si las familias acreditan una situación económica compleja.
Hay que ensalzar la muerte como se alaba la vida. La muerte no debe ser un tabú, y si, entenderse como una liberación, alegría, regreso, recordemos que es el momento de desvinculación entre el alma y el cuerpo.