JULITO, EL CAPRICHITO DE LAS NENAS

Cuando joven, solía decirles a las chicas que él era “Julito, el caprichito de las nenas”. La verdad es que era muy simpático y caía bien a todas sus amigas. Pasado un largo tiempo coincidíamos, a la salida del trabajo, en el mismo bar. Julito bebía vino tinto, siempre en una copa plana de champan.

Después de mucho preguntarle sobre su manía, me dijo que tenía una fijación por los pechos de las mujeres. Una obsesión que con los años se había acentuado. También me contó la historia de la propia copa de champan, de la cual no había oído yo hablar, hasta entonces, a ser humano corriente y moliente.

Muy antiguamente se decía que en el templo de Rodas, se podía contemplar una copa que había hecho elaborar el mismísimo Paris en honor del busto de la bella Helena de Troya. Lo mismo hizo Enrique II, rey de Francia y perdido enamorado de la bella Diana de Poitiers. Mandó que sus copas de vino tuvieran forma de manzana, exquisita forma que los pechos de la mujer que amaba. Pero sin lugar a duda el hecho más sonado sobre esta clásica y sugerente tradición, es la de María Antonieta.

María Antonieta poseía un juego de tazones modelados en forma de pechos creados para ella y realizados por la fábrica de porcelana francesa de Sèvres. Según documentos de la época, sus propios pechos sirvieron de moldes, y son conocidos popularmente con el nombre de “jattes tétons”. Se trata de unos tazones de curiosa forma, como calabazas blancas suspendidas en unos pequeños trípodes con pequeñas cabras incrustadas.

Fue ella misma quien encargó el regalo para su esposo, Luis XVI. Esta copa era más ancha que las normales y de escasa profundidad, muy parecidas a las que usamos hoy en día. María Antonieta fue siempre una apasionada del champán. Ya se sabe, la reina francesa siempre tuvo caprichos muy curiosos…