EL JUDIO ERRANTE EN ARCOS DE LA FRONTERA

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Cuando se anda en busca de interpretar lo incomprensible, no es de extrañar, el toparse con seres caídos del firmamento de lo “diferenciado”. Estos días he conocido a un joven de San Fernando (Cádiz), quien dice ver a las personas muertas e interrelacionar con ellas. Aunque lo que verdaderamente ha llamado mi atención es el “Judío Errante de Arcos de la Frontera”.
Me encontré con el judío, la segunda vez, en un antiguo molino de trigo, destartalado por el agobio del tiempo: el molino San Antón, de él se dice que es el verdadero y autentico molino de la molinera de Arcos de la Frontera. Digo la segunda porque la primera vez fue en un viejo bar, situado en el centro de la población en donde se suele reunir gente mayor de la parte alta del pueblo, espacio  perteneciente  al edificio del vetusto Palacio del Mayorazgo. Aquí se viene a parar por el buen vino, bajos precios y agradables charlas de toda índole y pelaje. En esta santa capilla etílica, se entera uno de lo inimaginable y se aprende unas cuantas cosas mas, resultándome una gran ayuda, invalorable en mi labor.

Volviendo al sefardí, de esta mas que singular persona lo primero que me llamó la atención, fue su acento y peculiar idioma que trajo a mi memoria, un judío también de origen sefardí que conocí en Ámsterdam, metido él, en el negocio de los diamantes, de esto hace ahora muchos años, en tiempos cuando tenia yo pelo y “calzaba” la misma poca vergüenza, más o menos, de hoy día.
Este enjuto hombre, algo encorvado, desaliñado y con años a cuestas, me desquició las contadas neuronas útiles que aun mantengo en actividad. Resultaba francamente agotador comprender su castellano arcaico, y ya no decir los distintos temas a borbotones que largaba por su boquita, que por una razón u otra, iba yo comprobando después, cerciorándome a pie juntillas de su certeza y veracidad.

Según él, había nacido en Jerusalén, hace ya muchos años, una eternidad. Durante su existencia ha presenciado el paso de múltiples Papas, reyes, guerras, mil inventos y no pocas injusticias.
Su temática preferida y repetitiva era apocalíptica. Siempre llevaba la conversación para decir y recalcar: “Durante tres días el sol desaparecerá del cielo, y durante treinta días una niebla de humo y de dolor hará de la tierra un gris sudario. El hombre vagará como un perro enloquecido en este mar de desesperación; su vida será una agonía, y su única esperanza será la muerte”.
Aquél que sobreviva a los tres días de tinieblas y de espanto, se verá a sí mismo como solo en la tierra. No se ha visto nada semejante desde el diluvio.”

Esto me suena a algo parecido leído por mí recientemente:
Vendrán estos tres días de grandes tinieblas. Sólo las velas de cera benditas iluminarán durante estas tinieblas. Una vela durará los tres días. tres días los demonios aparecerán en formas horribles y abominables y harán Durante estos resonar el aire con espantosas blasfemias”. “Una nube roja como la sangre, atravesará el firmamento. La tierra temblará desde sus cimientos. El mar lanzará sus espumantes olas sobre la tierra. Las tres cuartas partes de la raza humana perecerán. La crisis vendrá sobre todos repentinamente y el castigo será mundial”.

Se cuenta que hace bastantes años, una vecina del pueblo, se dirigió a una de las fuentes de la localidad para coger una cántara de agua, durante una noche del final del verano. Por aquel entonces había la costumbre de beber el agua de las fuentes, por lo fresquita que estaba y porque no había otra forma de  abrevarse. Era noche de luna llena y una luz azulada dejaba ver con nitidez el pilar y los caños de agua que fluían con su soniquete cantarín.
Al acercarse al pilar se percató de la presencia de un hombre que estaba sentado al borde y jugaba con una de sus manos metida en el agua, después de poner el cántaro a llenar en uno de los caños, se dirigió al forastero diciéndole:
-Dios guarde a usted-
El forastero no le contestó de inmediato, pero al tanto le dijo:
– Buena mujer ¿me podría dar de beber?-
Patrocinio, que así se llamaba la mujer le contestó:
– En cuanto llene, le daré un jarrito-
Se quedó mirando al viajero y observó que tenía una capilla liada al cuerpo y que le tapaba hasta el cuello, un sombrero de ala ancha que casi no le dejaba ver el barbudo rostro, un cayado con un hato anudado al extremo y unas botas altas, casi hasta las rodillas.
Cuando llenó la cántara, desató la tapa de barro de la misma, que era a modo de jarrito y llenándola de agua se la ofreció al forastero.
– Tenga usted, señor…, se le ve cansado-
El hombre no respondió, cogió el jarrito y se le bebió de seguido, después se limpió con la bocamanga y dijo:
Gracias… Aquí había otra fuente diferente a esta, que tenía cuatro caños, la última vez que pasé por aquí…, de eso hará más de cuatrocientos años.-
La mujer se quedó petrificada y sin recoger la tapa de la cántara, se la echó a la cadera y salió de allí como alma que lleva el diablo. Cuentan las gentes que Patrocinio enfermó y murió a los pocos días, convencida de haber hablado con el mismísimo Judío Errante.

Es el Judío Errante un personaje legendario, condenado a ser inmortal y a caminar sin descanso, y que, según se narra, no posee nunca más de cinco monedas de pequeño valor, con las que poder comprar algún alimento, pero que encuentra siempre este exiguo capital en su bolsillo.
La leyenda, transmitida de tiempo en tiempo, detalla, que el hijo de un zapatero judío insultó a Jesús durante la crucifixión, por lo que este lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el zapatero debe andar errante por la tierra. Desde entonces se le ha detectado en numerosos lugares en todo el mundo como es España, Hamburgo, Bruselas, Estados Unidos, etc.
Personas quienes lo han visto reseñan que es un hombre con un muy mal aspecto y constantemente cambia de nombre, se ha llegado incluso a decir que él ha celebrado en alguna ocasión más de una fiesta judía, pero que después desaparece sin dejar rastro.
Al Judío Errante, a lo largo de la historia se le han atribuido diferentes nombres entre ellos están: Ahasverus, Larry el Caminante, Juan Espera, Buttadeu. Sin embargo el nombre que mas tiene validez por ser el mas antiguo de todos es Catafilo.
Del judío de Arcos, no tengo ni idea cómo se llamaba, si es que me lo dijera en algún momento.
Antes que lo olvide, no quiero pasar por alto una oración popular para atar al marido, llamada “Oración del Judío Errante” que dice algo más o menos esto:
“¡Oh Judío errante de los amantes! Según tú entraste en el templo de Jerusalén
 y apagaste la lámpara del santísimo altar,
así yo quiero que te metas en el corazón de (nombre del amor)
y no me lo dejes comer ni dormir, ni estar tranquilo hasta que no venga donde mi
 de todo corazón en cuerpo y alma.
Judío Errante no me lo dejes ni en silla sentado, ni en cama acostado, ni en sitio parado,
 que por donde quiera que vaya oiga mi voz y vea mi sombra,
y que según de campanazos las campanas de la iglesia,
 sean debatidos en el corazón de (nombre del amor)
Judío Errante no me lo deje vivir con nadie que sea yo
quien me lo presente en el sueño y  le ablandes el corazón solamente para mi  y para más ninguna mujer.»

La tercera y última vez que me encontré al “Judío Errante de Arcos”, me estuvo contando, con pelos y señales, hechos acontecidos de la inquisición o el Santo Oficio en esta población andaluza de Arcos de la Frontera. Inclusive hicimos el recorrido, paso a paso, siguiendo el camino que llevaban los sentenciados hasta llegar al Cerro de la horca, un lúgubre espacio con inquietantes energías, en donde hoy día se encuentra erizado con antenas de telefonía y el cementerio de triste recuerdo, ante sus paredes se fusilaron durante la guerra civil a mas de uno, dejando todo impregnado de dolor y tristeza. Este lugar produce escalofríos.
No puedo asegurar, bajo ninguna manera, que el viejo sefardí con el que me he tropezado sea ciertamente el “Judío Errante” mítico de leyenda cristiana, lo máximo que puedo responder es que posiblemente sea una persona trastornada por el “Síndrome de Arcos”  (Arcos de la Frontera puede producir en algunas personas una serie de irregularidades, tanto de índole psicológico como físicos, motivadas a una posible saturación en la capacidad humana de recibir grandes impresiones del bello entorno arquitectónico en un pequeño periodo de tiempo)…

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