Desde que los tiempos son tiempos, en Jerez ha existido dos bandos, unos de la “Virgen blanquita”, de los poderosos, y otros de la “Virgen morenita”, del pueblo.
Recogiendo las palabras que nos trae la hojarasca de la historia:
“Sto. Domingo, tiene trono de la Virgen blanca de Consolación, a la que la piedad de Jácome Adorno erigirá suntuosísirna capilla para entierro de su discutido linaje, y existe otro en el monasterio de la Merced, donde la Virgen morena redentora de cautivos —el cautiverio fue una de las más profundas lacras dc aquellas sociedades y si los jerezanos no gemían ya en la mazmorras de los castillos granadinos, no faltaban ahora en los baños de Argel, de Tetuán y de las ciudades piráticas de Salé y la Mamora (actual ciudad marroquí de Mehdía)— nimbada (rodeada) por contradictorias leyendas era meta de una peregrinación continua de devotos”.
“El espíritu de bandería que no pudieron desarraigar de Jerez las prudentes reformas de los Reyes Católicos y el enérgico gobierno del corregidor Juan de Robles y sus inmediatos sucesores, encarnando en los dos grupos marianos de devotos de la Merced y los que veneraban a la Virgen de Consolación, comenzó a producir frutos ácidos que una prudente institución, la alternativa, trató de extirpar y durante tres siglos largos a duras penas lo consiguió, estableciendo un equilibrio un tanto inestable en las relaciones del concejo con una y otra imagen, aunque en la práctica la nobleza con pequeñas excepciones tendiera a aceptar el patrocinio de la Virgen blanca del convento de Predicadores, y el pueblo se inclinase hacia la imagen Morena venerada en el monasterio de los Redentores”.