JEREZANAS BEBEDORAS DE SANGRE

“El olor nauseabundo que venía en ráfagas y a rachas parecía salir de la «cola» aquella y no de las naves del matadero. El balido de los rebaños prestos al sacrificio, el mugir doliente de los bueyes, los gruñidos de las víctimas, de aquella «cola» y no del edificio parecía surgir.
-¿Acaba usted o no acaba, señora?
-Nada más que éste.
-¡Pero, mujer, que la va a «diñar»!…
-Ca, no la «diño» —dice riendo”.
Es una vieja. Se ha bebido dos vasos. No quiere morir. Sus ojos, su expresión, dicen que aquella sangre la sentará bien. Tiene fe. No le turba la cabeza ni el estómago y, según ella cuenta, le ha quitado el reuma de las piernas.
Y se aleja contenta, limpiándose la boca como un gato.

Las anémicas jerezanas buscaban sangre, querían sangre, como otros quieren y buscan pan. Y esta mujer no podrá esperar. Querrá sangre de quien sea, pero sangre roja, corriente, ya hecha. Una transfusión es cosa muy científica, rara, muy cara para ella. Hay, pues, que beber sangre líquida.
Míseras mujeres anémicas esperaban formado una larga cola a que se le escanciara sangre de toro en el matadero, creyendo que al beberla curarían de sus enfermedades. La mayoría bebía la sangre en ese instante, puesto que pensaban que sus propiedades medicinales eran mayores al ser fresca.

Las vecinas en todo Jerez de la Frontera, lo sabían bien. Su consejo era: “Coja usted un puchero y beba sangre de toro. Se cierran los ojos, y ojos que no ven, corazón que no siente”.
La clase pudiente de Jerez enviaba al matadero a las criadas y otras contrataban a chicos recaderos que fueran por ella. Cuando estas mujeres suspendían el tratamiento y dejaban de beber sangre tenían síndrome de abstinencia síndrome de Renfield o vampirismo clínico.

Los médicos de finales s. XIX, principios del s. XX, pensaban que bebiendo sangre de las reses, podía paliar la enfermedades de anemia o tuberculosis. Obedeciendo al médico, las mujeres acudían al matadero por la prescripción facultativa, pero llevando consigo el estigma social de la vergüenza. Beber sangre en los años treinta del siglo pasado no era de buen gusto en Jerez de la Frontera.

FUENTE: Eugenio Noel, otros.