Aunque engaña a la vista del observante y bien puede llevarle a pensar que es muy pequeño para la cabeza de un adulto, la realidad no es así, como se ha demostrado.
El casco griego arcaico del s. VII a. de C. fue hallado en el año 1938 a orillas del río Guadalete (Jerez-Cádiz), en las proximidades de su antigua desembocadura. Este casco corintio, tubular, es decir, con la parte posterior vertical, apenas adaptada a la anatomía de la nuca, es un ejemplo temprano del armamento griego del tipo hoplitaco (combate cerrado y la formación compacta). Ha perdido el protector nasal. Los agujeros que rodean el borde sirvieron en su día para coser el forro interior que protegía la cabeza. Los cascos solían llevar un forro en su interior realizado en diversos materiales orgánicos cuya finalidad era aislar el metal y amortiguar los golpes. Podían ser de cuero e irían fijados con remaches a través de pequeños orificios o perforaciones que recorrían el borde a lo largo del perímetro de los ojos y en la zona inferior.
Las aguas de la desembocadura de un río son el mejor lugar para conservar un bien valioso tras su uso. En los sagrados lagos (limnai hierai) de Toulouse tesoros de metal precioso se sumergen en las aguas para otorgarles inviolabilidad (asylía). Refiere este hecho Estrabón (IV, 1, 13), quien lo recoge de Posidonio. En la antigua Grecia los cascos constituían ofrendas para un santuario o bien acompañaban a su poseedor en la sepultura.
Es frecuente que los cascos sufrieran una inutilización intencionada cuya finalidad sería evitar que pudieran ser reutilizados o bien convertirlos en piezas votivas. De este modo, armas que antes habían tenido su función práctica en el combate pasan a la esfera de lo simbólico. La inutilización de un casco podía llevarse a cabo de diversas maneras: doblando los cubre mejillas hacia afuera, agujereándolos, aplastando la calota (Parte superior de la bóveda craneal), o escribiendo inscripciones en su superficie. El Casco del Guadalete está inutilizado de adentro hacia fuera.
Depositar un casco en la desembocadura del Guadalete nos indica el testimonio simbólico de una presencia relevante en el lugar. El casco es también la imagen doble del guerrero o aristócrata que lo ofrece como recuerdo material de su viaje protegido por los dioses. En el Casco del Guadalete, se supone sea una ofrenda de armas a las divinidades de las aguas y ritual sustitutorio (el casco por la persona) animista (culto de las aguas sagradas).
FUENTES: Ricardo Olmos Romera, Antonio Santiago Pérez, otros