UNA OBRA MALDITA EN JEREZ

La obra maldita es aquella que estando a su lado se siente como si te echaran un chorro de agua caliente. Las muertes les preceden o rodean. Son creaciones que arrastran maldiciones, quien la adquiere compra la maldición que lleva consigo. Son realizaciones fuertemente ligadas al misterio, una puerta para pactar con el diablo. Esconden maleficios que evocan algo maldito. A su vera las personas se sienten mal, sin una razón aparente.
Arte “maldito”, es la creación de artistas que sintieron fascinación por la muerte, la brujería, las artes oscuras y el mismísimo diablo, que parecía mover su mano.
Si usan el lienzo o el mármol para expresar la intimidad de su espíritu, es normal que en ocasiones sus obras estén plagadas de las mismas supersticiones, experiencias satánicas.
‘Fidelidad’, datada en 1844, coronaba el panteón familiar que se levantó tras la muerte de Julián Pemartín, vinatero francés afincado en Jerez de la Frontera y cabeza familiar. Representa la fidelidad conyugal de la viuda.
El monumento presidió la tumba ubicada en el antiguo cementerio jerezano ubicado en la calle Santo Domingo. Cuando el camposanto cierra, la familia decide trasladar la escultura a un emplazamiento creado expresamente en su casa de las afueras de la ciudad.
Con gesto sereno y envuelta en un delicado paño, ‘Fidelidad’ mira justo hacia el catafalco sobre el que reposa. A su espalda, un perro de aguas descansa, esperando al cabeza de familia perdido. Así fue como el escultor malagueño José Vilches talló sobre mármol, en 1844, el vacío por la muerte del vinatero.

FUENTE: Jesús A, Cañas, otros

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