Lo normal es dudar. No poseo especial interés por la filosofía, aunque me atrae soberanamente. Tengo inclinación en razonar, en analizar lo que sucede alrededor. En las noches de Jerez de la Frontera, muto a mí mismo, me sumerjo y deambulo por las alcantarillas, cloacas, madrigueras, cavernas, covachas, cuevas, garitos, guaridas, leoneras, timbas y tugurios de la ciudad. Me alimento con las energías del pensar humano, me mantengo descaradamente vivo. Soy un vampiro mutante.
En la noche jerezana los gatos no son pardos, son lucidos. Hay personajes de mil cataduras y pelaje. Puedes ver jugar al futbolín a un negro entre un grupo de blanquitos, a una feminista sagaz y brillante con propaganda del PCE en mano que me trasporta a otros tiempos (La lucha de la mujer está aún lejos de concluir).
A los jóvenes de Jerez los ha parido Internet. Durante años han estado dominados por una clase de gente absurda a la que, gracias a Dios, se le escapó Internet. ¡Por primera vez se les escapó algo!
Los jóvenes jerezanos son pasotas, están en otra galaxia, ajenos al cutrerismo casposo de sus mayores; tienen agilidad de mente, variedad de música, se sustentan de ciencia ficción y cómics. Saben saludar en japonés, acojonarse con películas de miedo y partirse de risa de las mismas, todo a la vez.
La coexistencia entre seres diferentes en Jerez, solamente se consigue con un mínimo de tolerancia y un mínimo de cooperación. Los jóvenes jerezanos lo han conseguido con creces. ¡Son la hostia!